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Mary Sansone
paciente asesora del Programa Consultivo de Pacientes y sus Familias

Yo vivía en una casa de sobriedad con otros dos adictos en fase de recuperación. Acababa de salir de un programa de rehabilitación tras una recaída horrible del alcoholismo que había interrumpido 20 años consecutivos de sobriedad. Estaba buscando un nuevo empleo.  Había pasado por muchas situaciones difíciles, pero estaba ansiosa por llevar una vida sobria de nuevo. Luego fui a Moffitt al chequeo de cada seis meses y volví con el diagnóstico de una recurrencia del cáncer. Iba a necesitar un trasplante de médula ósea.

Mary Sasone artworkRecordando el momento en que la leucemia mielógena aguda se había confirmado con una biopsia de médula ósea, el doctor Sallman, el hematólologo que me atiende, dijo con aire pensativo: «¡Ese fue un día tan malo!». Todavía me estremezco cuando recuerdo la compasión auténtica que mostró. La doctora Pérez, que me atiende en el Programa de Trasplantes de Médula Ósea, me dio información valiosa sobre lo que podía esperar en relación con la intervención.  No omitió los efectos secundarios probables, como los detalles acerca de la enfermedad del injerto contra el huésped ni las tasas de morbimortalidad. Esto iba a ser muy duro.

Mis hermanos no eran compatibles para donar. La pandemia entorpeció la búsqueda, pero al cabo de cuatro meses de la inducción, surgió un donante. Después supe que se trataba de una mujer israelí de 23 años. El 5 de junio de 2020 recibí el trasplante.

Uno no sabe lo fuerte que es hasta que no tiene ninguna opción.

El tratamiento me pateó fuertemente, pero tenía un equipo sólido de apoyo integrado por mi familia, la gente de Moffitt y los recursos de la institución. ¡Gracias a Dios!

Lo que me admiró de la experiencia en Moffitt era que esos expertos tan ocupados se comportaran como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Antes de cada paso del proceso de tratamiento, un médico o un integrante del personal clínico de Moffitt me explicaba qué se iba a hacer, por qué razón y cómo me afectaría desde el punto de vista físico. A menudo, esta persona usaba el tablero de mi habitación para dibujar diagramas y definir términos para que yo pudiera entender tratamientos complicados. Nunca fueron condescendientes al enseñarme algo. Sentí que yo les importaba.

Han pasado dos años del tratamiento y me va extraordinariamente bien. Además, sigo sobria. ¡Hurra!

Si le interesa utilizar la experiencia que ha vivido como paciente o cuidador para dejar una huella, el Programa Consultivo de Pacientes y sus Familias podría ser adecuado para usted. Si desea más información, escriba por correo electrónico a PatientAdvisors@Moffitt.org o llame al (813) 745-2963.